EL RIO Y EL ALTAR

SERIE 16: EL ESPIRITU SANTO
EL RIO Y EL ALTAR
LECCION # 17

Veamos Ezequiel 47: 1 “Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar”.
Luego Ezequiel 1: 26 ” y sobre la expansión que había sobre sus cabezas se veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él”.
Notarás ante todo, que el río que desciende pasó al sur del altar y está viniendo de la casa, que es la Iglesia, Cristo mediante Su Cuerpo. Si dibujaras un diagrama de todo el templo y su área como se describe en el libro de Ezequiel, encontrarías un gran cuadrado, una gran área. Y si dibujaras líneas diagonales desde una esquina a otra esquina, el punto en que se cruzaran, el centro del cuadrado marcaría la posición del altar. El Israelita siempre tuvo que pasar ese altar. Pero tú serás impresionado con algo, específicamente con la inmensidad del área en comparación con el mismo templo, y especialmente con el santuario interior. El templo o la casa, es lo que tiene el valor intrínseco, y la importancia es que todo se reúne en esto. Pero el área alrededor que lo santifica o lo consagra es un área muy grande, para que haya un espacio muy amplio entre la casa de Dios y el mundo. Esto nos habla específicamente, que la casa de Dios no debe estar muy cerca al mundo, en el sentido de mezclarse con él.
Hemos llegado a un tiempo en que algunas personas creen que estar muy separados del mundo significa una pérdida de influencia. Se piensa que cuanto más cerca puedes llegar al mundo, más lo atraerás a la iglesia y que así vamos a tener más efecto sobre ellos. Esto es un principio enteramente contrario a la palabra de Dios. El Señor Jesús es la misma personificación de la casa de Dios, y mientras El caminó en medio de este mundo, había un grande espacio entre El y ello, tanto que nadie puede cruzar ese espacio a menos que nazca de nuevo.
Jesús caminaba con Dios como si estuviera en el cielo mientras estaba aquí, y El es la figura de la Iglesia de Dios. Esos mismos principios están contenidos dentro de la Iglesia. Exactamente al centro del área estaba el altar; estaba al centro de todo. Esta es la palabra de Dios, que la Cruz es la centralidad absoluta; eso es donde Dios la ha puesto. Es centro de toda la enseñanza del Nuevo Testamento, es centro de toda la predicación del Nuevo Testamento. La Cruz, la realidad central alrededor de la cual los Apóstoles y los primeros predicadores reunieron todo, era Cristo crucificado y resucitado, la Cruz en su doble aspecto. La Cruz es ahora el centro divino de todo, y ella marca el fin de todo lo que no es eterno, todo lo que no es Cristo. Así que nosotros miramos esto como el lugar de cenizas.
El río viene por la Cruz, en otras palabras, el Espíritu Santo siempre viene por el camino de la Cruz. Ahí nunca pudo haber un Pentecostés sin un Calvario; siempre viene por el camino de la Cruz, siempre viene mediante vasijas quebrantadas por la Cruz. Esto lo conocemos muy bien en la doctrina y en la enseñanza, pero aprendemos muy lentamente en la experiencia. La Cruz es, por un lado, el lugar de juicio donde todo lo que no es de la nueva creación es llevado a cenizas. Es el fin de todo; en los tiempos Romanos, cuando un hombre ponía la cruz en sus hombros y caminaba, todos le decían adiós, porque él ya no iba a regresar. Vemos pues, que la cruz significó el fin. Nosotros sabemos que es el lugar de cenizas. No hay vida en las cenizas, no hay fruto en las cenizas, no hay esperanza de un futuro en cenizas. Las cenizas en sí mismas hablan del fin de todo. Así que la Cruz de un lado es el lugar donde todo es llevado a juicio y a cenizas.
En el primer capítulo de la profecía de Ezequiel, notamos un aspecto combinado de relámpagos destellando y fuego encendido. Y en el libro de Apocalipsis, que emana tanta luz sobre estas profecías, tenemos siete lámparas. Es el mismo principio; el relámpago destellante o la lámpara significa hacer conocido, descubriendo, dando a conocer, revelando, buscando, manifestando. La Cruz hace esto, y lo hace todo el tiempo. La lámpara encendida implica el consumir de lo que se manifiesta, de lo que se ha hecho conocido. La Cruz hace esto también. Pero al otro lado de la Cruz, es el lugar del nuevo comenzar. Desde las mismas cenizas brota el florecimiento de un huerto. “Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto…” (Juan 19: 41). Con esta doble actividad y efecto de la Cruz, el Espíritu Santo está muy involucrado. El desciende como el Espíritu de vida por el camino de la Cruz.
Al aprender los símbolos y los tipos, vemos como se hicieron realidad en esta nueva dispensación inaugurada en el día de Pentecostés. Ellos predicaron a Cristo crucificado en el día que el río descendió. ¿Cuál era el clamor en su predicación? “…a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó…” (Hechos 4: 10). Ellos dijeron, “Vosotros crucificasteis” y “…Dios resucitó”, es la historia de la Cruz en sus dos lados, y el Espíritu Santo vino sobre esto; por la Cruz El viene y por la Cruz El permanece. No importa cuán lejos vaya el río, cuánto haya logrado, nunca toma ningún otro camino que el camino de la Cruz. Nosotros lo probaremos hasta el último momento de nuestras vidas, si nosotros continuamos con Dios, que el Espíritu Santo todavía trabaja por medio de y por el camino de la Cruz. Cada experiencia fresca del Espíritu en vida y plenitud se basará sobre alguna fresca aplicación del principio de la Cruz. Sé que esto se opone con la teología neo-Pentecostés que no quiere que se hable de privaciones, dificultades y sufrimiento; es porque ellos se han extraviado del camino. Es el camino de la Cruz que nos conduce al hogar celestial. Miremos aquí este lado de la cruz, y la importancia de las cenizas. Quizás ahora sientes que todo se ha ido a cenizas; tu propia vida espiritual está tan seca, tan infructuosa, parece tanto como la muerte. Nos guste o no, en nuestro ministerio y vida cristiana, repetidamente tendremos experiencias de cenizas. ¿Debe ser así? Pues, el moderno neo-Pentecostés dice ¡NO! pero te voy a decir que debe ser así; y si tú caminas con Dios, será así.
La sequedad y las cenizas, pueden ser el resultado de algún impedimento real al Espíritu Santo. Si es así, está mal; esto no es la voluntad del Señor. Si hay pecado en tu vida, si hay algo contrario a Dios, si Dios tiene una controversia contigo, entonces ese es el problema; tienes que tratar con eso. Cuando un tiempo de cenizas viene, entonces necesitamos averiguar si nosotros hemos estado caminando en nuestra propia voluntad, o en rebeldía en no aceptar lo que el Señor nos ha ofrecido. Si nosotros hemos fallado en esa manera, le hemos impedido al Espíritu Santo. Pero si después de examinar nuestros corazones delante de Dios, honestamente podemos decir que no ha sido así, entonces es otro asunto y debemos de tomar otra actitud. Si cuando te examinas a ti mismo, y no hay pecado conocido ahí, no hay voluntad propia en tu vida, entonces hay otra explicación: es el principio de la Cruz, que es un principio permanente; el Espíritu Santo nunca se aparta de esto. Es un proceso difícil y doloroso, pero viene de esa manera. Pasamos a través de tiempos de gran sufrimiento y angustia, donde todo parece llegar a un final. Yo he estado ahí, tú has estado ahí. Es en ese tiempo que el enemigo viene y quiere atormentarnos, es cuando estos neo-Pentecosteses nos dicen que nos hemos extraviado del camino. Pero cuando examino mi corazón, y estoy pasando a través de este tiempo de prueba y sufrimiento, y no hay nada ahí que pueda encontrar conscientemente incorrecto, entonces sé que el Espíritu quiere mayor lugar; El desea un canal más profundo y más amplio; “Os ruego hermanos, que presentéis vuestros cuerpos”. El lo quiere todo.
Esos canales que llevan el más grande volumen de vida y ayuda a los otros, no son charcos. Ellos se han labrado y se han cavado hondamente, y ellos han sido tratados en una manera muy drástica, de otra manera nunca podrían llevar lo que ellos llevan. Ellos han tenido que estar en un lugar de cenizas. Y entonces ves la dadivosidad de Dios (ésta es Su naturaleza) y la posesividad del hombre. Aún cuando nuestros corazones están totalmente hacia el Señor y no hay voluntad propia en Su camino, habrá tiempos de cenizas. Pero el objeto del Señor, es que “…se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61: 3); este versículo nos recuerda de los árboles del río en la visión de Ezequiel, arboles con sus raíces plantados en el río del Espíritu Santo. El Espíritu Santo, quien es el río, da todo lo que Dios quiere que nosotros tengamos, y es por el camino de la Cruz. El pensamiento de Dios no está en dar en goteos, sino en ríos, los ríos de agua viva. Y si el propósito de Dios es dar así, todo Su dar entonces, es, y tiene que ser regido por la Cruz.
Nuestra carne siempre quiere conseguir algo. El aspecto más profundamente arraigado en la naturaleza humana, aquello que causó la caída, es la posesividad, o carácter adquiriente del corazón humano. La autocompasión es nacida de este sentir, el querer tener. Esta autocompasión es una reacción; es sólo otra manera de tratar de obtener algo para nosotros mismos. Pero Dios, quien tiene todo, es simplemente lo opuesto; Su total disposición es dar, y soltar.
Queremos tener cosas divinas, ¿para qué? Nosotros podríamos negar la sugerencia de que las queremos para nosotros mismos, pero ¿quién conoce el corazón humano? Sólo Dios conoce ese corazón. Es por eso que, tan frecuentemente, al darnos lo que El quiere darnos, primero El nos hace pasar un tiempo muy duro antes de dárnoslo. El trata con la posesividad personal hasta que nosotros lleguemos al punto donde digamos: “Señor, si tú no quieres que lo tenga, no lo quiero”. El Espíritu Santo da todo lo que El ha venido a dar a través del camino de la Cruz. La Cruz probará y revelará esa posesividad del corazón humano, antes que Dios encomiende al hombre esto que es eterno. El Espíritu Santo interpreta la Cruz; el ministerio en y por el Espíritu Santo es en su mayor parte una interpretación de la Cruz.
No llegaremos a ninguna parte, a menos que y hasta que comprendamos la Cruz como es interpretada a nosotros por el maravilloso Espíritu Santo. Fue mediante el Espíritu eterno que Jesús se ofreció a sí mismo (Hebreos 9: 14), fue por la guianza y poder del Espíritu Santo que Cristo ofreció Su vida. No podemos dejar de enfatizar la grandeza de la Cruz del Señor Jesucristo. Pero como fue mediante el Espíritu eterno que El se ofreció a sí mismo, entonces sólo el Espíritu Santo lo condujo a la Cruz. Sólo el Espíritu quien lo llevó, puede interpretarnos correctamente lo que El quería decir con la Cruz. El Espíritu Santo lo condujo a la Cruz; el no llegó ahí por accidente, y el Espíritu Santo fue el que le permitió que se ofrezca a sí mismo. Si nosotros somos enseñados por el Espíritu Santo, nosotros vendremos a comprender la Cruz. Ningún ministerio guiado por el Espíritu vendrá a ignorar la Cruz o tenerla en poco.
Nosotros seremos guiados por el Espíritu Santo para confrontar nuestra propia Cruz, aquellas dificultades cotidianas de la vida, las dificultades, las pruebas, las luchas que vienen a nosotros, no porque nosotros pecamos, sino porque Dios está ensanchando este vaso. Y como a Jesús, el Espíritu Santo nos guiará a la Cruz, y si nosotros le permitimos, El nos llevará a través de la prueba. Esta es la interpretación del Espíritu Santo de la Cruz; El Espíritu Santo hace hombres espirituales por la Cruz, y sólo la Cruz.
El agua desciende por el altar, fluye a través del atrio y por el área exterior y más allá. Y en las orillas del río hay muchos árboles, y estos árboles llevan fruto todos los meses. Como dije anteriormente, los árboles en la Biblia son símbolos de hombres. Estos árboles, entonces, son símbolos de hombres sacando su vida del Espíritu Santo y llevando fruto como resultado de esa vida que ellos obtuvieron del Espíritu Santo. Esto es exactamente lo que vino como resultado de Pentecostés. Hombres espirituales parecían ser despertados en ese día. ¿Viste tú alguna vez tal milagro? Hombres, quienes antes eran absolutamente ignorantes e iletrados, parecían comprender tan poco, eran tan egoístas en su búsqueda, pero ellos parecieron despertar en ese día, sacando su vida desde el río que fluía. Ellos eran ahora hombres de estatura espiritual, hombres de inteligencia espiritual.
Antes que el Espíritu viniera, esos mismos hombres, Pedro, Santiago, Juan, y los otros estaban en la oscuridad. Ellos no podían, por sí mismos, ver ningún valor en la muerte de Jesús. Pero en el día de Pentecostés, ellos lo entendieron todo. Ellos habían recibido luz sobre el significado de la Cruz; ahora ellos eran hombres muy espirituales, en verdad hombres nacidos de nuevo. La Cruz, que nosotros pensábamos que era nuestra destrucción, es nuestra hechura. El Espíritu Santo ha usado lo que temíamos para hacernos hombres nuevos. ¿No es ésto maravilloso?
Jesús dijo que mediante el Espíritu El se ofreció a si mismo a Dios, pero fue el Espíritu Santo que lo guió ahí para ofrecerse. Y ahí tienes el ministerio: El Espíritu Santo guiándonos a esa Cruz donde El puede tratar con todo lo que impida que el río fluya adecuada, total y absolutamente, a través de nosotros. Ellos aprendieron el ministerio de la Cruz por la obra del Espíritu Santo. Entonces hay nueva vida por la Cruz. El trae vida donde quiera por la Cruz; “…y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ezequiel 47: 9). Esta es la obra del Espíritu Santo, no la obra del hombre ni de la religión; es la obra del Espíritu Santo. Si interpretas mal esto, vas a aplicar mal la cruz, y tendrá un fin que Dios nunca quiso. Si siempre estás tratando con tus propias fuerzas de crucificar tu propio “yo”, estás aplicando la Cruz en una manera equivocada; déjaselo al Espíritu Santo, El te guiará a ahí, El te ayudará a pasarlo. Y al llegar al otro lado, verás el propósito. La intención de la cruz no es para hundirnos en nosotros mismos, sino para librarnos de nosotros mismos a una nueva vida.
La meta del Espíritu, entonces, es hacer un trabajo completo en nosotros. Hemos llegado tan solo hasta los tobillos en las aguas profundas de Pentecostés; un poco de emoción aquí, y un poco de danza allá, o aun llegamos al punto donde conseguimos que la gente ría. No cuestiono a favor o en contra de esto, pero te digo algo, Dios no quiere que nosotros nos quedemos en la orilla gritando, riendo, o danzando. La meta del Espíritu Santo es un trabajo completo siempre. Y si los hombres se detienen con lo que es parcial, algo grave sucederá. Si ellos hacen una parte de la obra, un fin en sí mismo, algo grave sucederá. El río se relaciona con la casa, sólo proviene de la casa, eso es, de Cristo y su Iglesia, como la casa de Dios; no debes quitar ese pensamiento pleno, porque la casa de Dios es Su pensamiento pleno. Esta es la casa, la Iglesia, la plenitud de la casa de Dios, que es “la plenitud de aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1: 23).
El Espíritu Santo trabaja en relación al pensamiento y propósito pleno, pero El se detendrá cuando le pongamos límites a El, ya sea en cosas que hagamos o enseñemos. La medida del Espíritu que conocemos será proporcional a la medida del propósito de Dios en nuestras vidas. El está en busca de una obra completa, no en algo parcial. Si estamos en la misma línea con todo el propósito de Dios, tendremos la cooperación completa del Espíritu Santo.
El río se relaciona primeramente a la Cruz para mantener el camino abierto, y profundizar y ensanchar el canal. Luego se relaciona a la casa, porque todo en el propósito de Dios, tanto en esta dispensación como en las edades por venir, se relaciona con lo que se llama “la casa de Dios”, la Iglesia, esa obra maestra divina maravillosa que Dios concibió antes de la eternidad. El río nunca deja el altar, y es el Espíritu Santo quien interpreta la Cruz. Necesitamos entender esto para llegar a ser todo lo que Dios desea.

DIOS BENDIGA A SU PUEBLO!

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