LA NATURALEZA DE LA SANTIFICACION

SERIE 17: SANTIFICACION
LA NATURALEZA DE LA SANTIFICACION
LECCION # 2


La santificación es la continuación de la regeneración, porque la regeneración es el inicio de la santificación, y debe ser vista en la misma esfera que el nuevo nacimiento. Hemos dicho que el nuevo nacimiento no es del alma sino del espíritu que nace de arriba. El alma permanece dispuesta a la maldad hasta el final. El Nuevo Testamento es una gran exhortación para el progreso y ascendencia espiritual. Toda prueba, examen, disciplina y sufrimiento pierde su significado si no hay causa para el temor del fracaso. El ensanchamiento viene por los conflictos. Romanos 7 y 1 Juan no fueron escritas en primera instancia en conexión con la santificación. Romanos 7 fue escrito en relación con la justificación y liberación de la ley; 1 de Juan fue escrita en relación a un cristianismo verdadero y falso, el genuino nuevo nacimiento y el reclamo de algunos de ser cristianos. Estas dos categorías son representadas por dos cláusulas o frases, “sabemos” y “El dijo”. Una indica una experiencia viva, la otra el reclamo no sustancial; la apostasía estaba siendo tratada por Juan.
La santificación viene con la regeneración en su naturaleza, pero como el producto y desarrollo progresivo de la regeneración. No podemos leer Romanos 7 sin seguir con el capítulo 8, y no podemos leer 1 de Juan sin notar todas las palabras que lo gobiernan, como “andar”, “habitar”, “practicar”. Cuando decimos que la santificación es una experiencia de crisis, esto es correcto, pero cuando decimos que es progresiva, eso también es correcto. Toda la naturaleza de la experiencia cristiana es la acumulación de poder mientras nos movemos progresivamente en Dios, porque todo el poder le ha sido dado a El.
¿Es Romanos 7 la experiencia de uno que no tiene la obra interna del Espíritu Santo, o es la de uno que ha sido avivado espiritualmente? Yo creo que Pablo es un hombre nacido de nuevo aquí en Romanos 7; tú no puedes escribir Romanos 5 y 6 sin haber nacido de nuevo. Pablo habiendo ya declarado lo que la identificación con Cristo realmente significa (capítulo 6), avanza para mostrar que su resultado es trazar una línea entre la carne y el espíritu en el creyente, y hace la demanda que el andar sea en el Espíritu. El no hacer esto (andar en el Espíritu) produce el estado mencionado en el capítulo 7. El apóstol Pablo dijo que en sus días no regenerados, su posición en cuanto a la justicia que es por la ley fue “hallado sin culpa” (Filipenses 3: 9); después él se pone a sí mismo en Romanos 7, y ahí dice que la ley era mucho para él, lo eliminó, lo inmoló. Algo debió haber pasado para perturbar su complacencia y hacer de él un hombre dividido con una guerra civil irrumpiendo dentro. Esa guerra no acontece en un hombre o una mujer a menos que hayan nacido de nuevo. En el hombre no regenerado, la conciencia se esconde detrás del ritual y la observancia de la ley. Pero cuando el tiempo del despertar espiritual viene, este tipo de cosas no pueden continuar; no se puede jugar más y engañarse. Y mientras que quizás pueda haber algún coqueteo con el pecado por parte del alma, el espíritu despierto y avivado odia y abomina su propia alma y llama a las cosas, como son; llama al pecado, pecado. Este es el resultado del despertamiento espiritual.
Aquí enfrentamos la posibilidad de dos maldades: Romanos 7 ó Antinomianismo. A menos que el significado y valor de la muerte y resurrección de Cristo sea conocida, y la verdad de la identificación con El por fe, una o dos temibles cosas van a seguir: va a haber, ya sea una historia como la de Romanos 7, de lucha, sufrimiento y derrota, temor de retroceder en la fe en Cristo, y a una profunda decepción en la vida cristiana (muchos creyentes están en estos casos); o sino, va a estar esta terrible cauterización de la conciencia y un malvado amortecer del espíritu, conocido como Antinomianismo. La palabra “anti”, es contra; y “nomos”, ley. La palabra fue usada por primera vez por Lutero como una designación de los seguidores de John Agrícola, que decía que la ley moral no era obligatorio como tal en los cristianos. Desde los tiempos de los primeros cristianos, han habido personas que han negado que la ley era de uso u obligación bajo la dispensación del evangelio. En el corazón de esta doctrina yace una interpretación errónea de la doctrina de la justificación por la fe. Algunos han enseñado aún en el pasado, que al ser espiritual, su naturaleza no podía ser corrompida.
Existen dos doctrinas de la santificación. En base a las Escrituras es posible enmarcar dos doctrinas mutuamente exclusivas de la santificación. Una es que nuestra santificación es en Cristo Jesús, completa y perfecta, y habiéndolo tomado a El como nuestra santidad objetivamente, debemos solamente confiar que El cumple para nosotros en todas las demandas y requisitos divinos. Para tales personas toda obediencia es legalismo. La otra doctrina es aquella que con una variación de forma de palabras y fraseología y con menores muestras de diferencias, significa que la santificación es el desarraigar, erradicar, limpiar, y destruir todo pecado, entonces una persona santificada no peca, y no puede pecar; la naturaleza pecaminosa ha sido tratada en forma plena. Para los que tienen este punto de vista de la santificación, en el sentido aquí mencionado, es un acto, una experiencia conclusiva hecha en un momento, tal como el nuevo nacimiento. Aquí otra vez tenemos que decir que hay una mezcla y esta posición ha llevado a un gran número de creyentes a la confusión y desesperación.
Nosotros por lo tanto declaramos que la clave a este dilema es la diferencia entre el alma y el espíritu. Hemos dicho que lo que comienza en la regeneración, prosigue en la santificación. El espíritu es el que, en el hombre, es la imagen y la semejanza de Dios. El Espíritu Santo, en virtud de la expiación, primero lo renueva al limpiarlo y vivificarlo, y también le imparte la vida divina (vida eterna) en Cristo, y esto lo hace uno en naturaleza y comunión con Dios. Este nuevo hombre interior no puede cometer o practicar el pecado. El dilema de muchos es que hay dos naturalezas y dos fuentes de vida en los creyentes; el alma, que es la fuente de la vida natural es venenosa e impura; el espíritu renovado es inclinado a lo bueno, su curso es naturalmente hacia arriba. Su naturaleza es divina, aunque no se convierte en la Persona Divina. Hay etapas en la experiencia espiritual, más o menos marcadas en diferentes casos por ciertas razones.
La santificación y la educación espiritual van juntas. Ambas son una. El avance en este doble curso es marcado por el crecimiento del espíritu. El avance de la santificación es marcado por un crecimiento del espíritu. El comienza a afirmar su supremacía, a impulsar la vida física y animal a que conozca sus límites y obedezca a Dios. Esta educación y santificación es el resultado de caminar, no en la carne, sino en el Espíritu. Entonces la diferencia entre el alma y el espíritu es la verdadera clave de la santificación.
Nacemos como niños y somos adoptados como hijos. Hay dentro de ambos, el alma y el espíritu renovado, el germen de la vida. La vida que desarrollemos va a determinar nuestra especie. La ley de Dios es: “todo se reproduce según su especie”.
Si a un botánico se le pregunta la diferencia entre un roble, una palmera u otro árbol, él va a decir que son separados uno del otro por una línea conocida como clasificación. Pero si los gérmenes jóvenes de estos árboles son puestos delante de él, y se le pregunta que defina cuál es la diferencia, será imposible para él. El no puede decir cuál es cuál. Examinados bajo el más grande microscopio, no muestran claves. El mismo experimento puede ser hecho con embriones de animales. Toma el óvulo del gusano, águila, elefante y del mismo hombre, hagamos que el observador más hábil aplique la prueba máxima de investigación para distinguir una de la otra y va a fracasar. Hay aún algo más sorprendente. Compara los dos juegos de gérmenes, el vegetal y el animal y aún no hay sombra de diferencia: un roble, palmera, gusano y el hombre todos empiezan en la vida de igual forma.
¿Qué es entonces lo que determina la diferencia entre toda la variedad de animales? ¿Qué es lo que hace que una pequeña partícula de protoplasma crezca hasta ser un perro, y otro protoplasma exactamente igual crezca hasta ser un hombre? Es un misterioso “algo” que ha entrado en este protoplasma. Ningún ojo lo puede ver, ninguna ciencia lo puede definir. Hay un algo diferente para el perro y para el hombre. Ambos, hombre y perro, usan la misma materia, pero sin embargo lo utilizan en formas ampliamente diferentes. La ley científica por medio del cual esto acontece es la ley de la “conformidad al tipo”. De acuerdo a esta ley, todo ser viviente que viene a este mundo, es impulsado a estampar sobre su descendiente la imagen de sí mismo.
El artista que opera sobre la materia de esta forma, y realiza esta ley, es la vida. Existen muchas clases de vida. Si me permites que te dé el significado más amplio a las palabras del apóstol, “no toda vida es la misma”. Hay una clase de vida para el hombre, otra para las bestias, otras para los peces y otra para las aves. Está la vida que constituye al gusano, la vida que forma al perro, y la vida que moldea al hombre.
Lo que acontece en estos reinos es esto: la vida del ave se posa sobre el germen del ave y crece hasta ser un ave, la imagen de sí mismo. La vida del reptil se posa sobre el germen de un reptil, asimila la materia que la rodea y la forma para ser un reptil. La vida del reptil hace una encarnación del él mismo. El ave visible es la encarnación de la vida invisible del ave. Hemos presentado esta ley de “conformidad al tipo” en el mundo natural para que podamos ilustrar mejor la misma ley en el mundo espiritual. La analogía es tan maravillosa que uno duda en ponerlo en palabras. El fenómeno más bajo de vida es sólo una alegoría. Hay otra clase de vida de la cual la ciencia no ha tomado en cuenta; esta vida obedece a la misma ley, edifica un organismo a su propia forma: Es la vida de Cristo.
Como la vida del ave edifica un ave, o sea la imagen de sí misma, así también la vida de Cristo, edifica su propia imagen en la naturaleza interna del hombre. Cuando el hombre se hace cristiano, el proceso natural es este: el Cristo vivo entra en el espíritu, y el desarrollo empieza. La vida de Dios se posa en el espíritu renovado, asimila elementos que lo rodean y empieza su proceso. De acuerdo con la ley de “conformidad al tipo”, este proceso toma una forma específica. Es la vida que moldea. A lo largo de la vida este proceso maravilloso, místico, glorioso y perfectamente definido avanza “hasta que Cristo sea formado en tí”. Esta es la naturaleza y el proceso de la santificación.
La vida cristiana no es un esfuerzo incierto para alcanzar la justicia. Las leyes de lo natural y lo espiritual son las mismas. ¿Va el mundo natural a manifestar su orden y mostrar una visión de armonía?, y la religión que debería completarlo todo, ¿va a permanecer en caos? ¿Hay alguna mentira en hablar de la embriología de la nueva vida? ¿Es la analogía válida? ¿No hay procesos vitales en lo espiritual como en el mundo natural? El ave, siendo una encarnación de la vida del ave, ¿no puede acaso el cristiano ser una encarnación espiritual de la vida de Cristo? ¿Y no hay una “justificación” en los procesos del nuevo nacimiento para tal paralelo? Apelemos al registro de estos procesos. ¿Con que términos describe el Nuevo Testamento estos procesos? La respuesta es suficientemente notable: usa por todos lados el lenguaje de biología. Es imposible que los escritores del Nuevo Testamento pudieran haber estado familiarizados con estos hechos biológicos. El Espíritu Santo, quien es el autor de estas leyes, habló a través del escritor. Ellos no quisieron ser científicos, sólo exactos, y su exactitud intrépida los hizo científicos. ¿Qué pudo ser más original, por ejemplo, que la reiteración de los apóstoles de que el cristiano era una nueva creación, un nuevo hombre, un bebe, o que este nuevo hombre era engendrado por Dios, hechura de Dios?. ¿Qué pudo ser una expresión más exacta de la ley de conformidad al tipo que, “y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creo, se va renovando hasta el conocimiento pleno”, o, “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen”? De otra manera se nos dice que esta conformidad a Cristo es el fin y meta de la vida cristiana. El obrar este tipo en nosotros es todo el propósito de Dios en el hombre: “A los que antes conoció, también predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. (Rom. 8:29)
La santificación pura y simple es el reemplazo de una vida con otra. Es tanto instantánea como progresiva. “Cristo nos ha sido hecho por Dios santificación” (Parafraseando 1 Corintios 1: 30). Cuando una persona nace de nuevo, en ese momento recibe a Aquel quien es santificación. La progresividad de la santificación es el proceso de conformar la nueva criatura a la imagen de Cristo. Observemos el proceso.
Es imposible entrar profundamente a los detalles del gran milagro por el cual este protoplasma está siendo conformado a la imagen del Hijo de Dios. Entramos a ese area ahora sólo tanto como la ley de la conformidad nos impulse. No es tanto la naturaleza del proceso que tenemos que considerar como su dirección general y resultados; estamos tratando con la pregunta de morfología (rama de la biología que trata con la estructura y la forma de los animales y plantas), en lugar que la fisiología. Por supuesto nos damos cuenta que en este punto dejamos de interesarnos en la zoología. Un nuevo elemento entra en este punto, ese elemento es el poder consciente de la elección. El animal está siguiendo el tipo, ciego; no sólo sigue el tipo involuntariamente y en forma compulsiva, sino que no sabe que lo está siguiendo. Podemos haber sido hechos para conformarnos al tipo en la esfera celestial con no más conocimiento que el poder de elección que los animales, pero entonces no seríamos hombres. Es un caso posible, pero no posible a la clase de protoplasma con el que los hombres son provistos. Debido a las características particulares de este protoplasma es esencial tener una provisión adicional.
La primera demanda es que, siendo conscientes y teniendo el poder de elección, la mente debería tener un conocimiento adecuado de lo que se debe escoger. Es necesaria alguna revelación del tipo. Y como esa revelación sólo puede venir del tipo debemos buscarla ahí; la primera obra del Espíritu Santo es revelar el tipo.
Somos de una vez confrontados con la encarnación. Ahí encontramos que la vida de Cristo lo ha vestido con materia, tomando carne literal y habitando entre nosotros. La encarnación es la vida revelando el tipo. El hombre ha estado de acuerdo desde entonces que éste es el propósito de la encarnación, la revelación de Dios. ¿Por qué Dios debería ser revelado? Para que viendo como por un espejo la gloria de su Unigénito, seamos cambiados a la misma imagen.
Para satisfacer el poder de la elección, sin embargo, algo más que la mera revelación del tipo era necesario; fue necesario que el tipo sea el tipo más alto concebible. En otras palabras, un tipo debe ser un ideal. Para todo verdadero crecimiento humano, para su esfuerzo y logro, un ideal es reconocido en ser algo esencial. Todos los hombres cuyas vidas están basadas en principios, han establecido un ideal que fue más o menos perfecto. Es esto lo que primero desvía la voluntad de lo que es vil y dirige la vida interna hacia aquello que es santo. Todo esto es verdad como mera filosofía, pero la filosofía no puede presentar a los hombres con su ideal. Nunca se ha sugerido que el cristianismo ha fallado. Los creyentes y no creyentes han sido obligados a reconocer que el cristianismo eleva para el mundo, el tipo que falta, el hombre perfecto.
El reconocimiento del ideal es el primer paso en la dirección de la conformidad, pero tiene que ser cuidadosamente observado, que solo es un paso. No hay conexión vital entre meramente ver el ideal y ser conformado a eso. Miles admiran a Cristo, y nunca se han convertido en cristianos. Pero la gran pregunta aún permanece, ¿cómo es que el cristiano es conformado a Cristo? ¿Cómo va a ser santificado? El mero conocimiento del ideal no es más que motivo. ¿Cómo va a ser el proceso cumplido en la práctica? ¿Quién lo tiene que hacer? ¿Dónde, cuándo y cómo? Esta es la pregunta de prueba del cristianismo. Es aquí donde todas las teorías del cristianismo, todos los intentos de explicarlo con principios naturales, y el rebajarlo a la filosofía, inevitablemente fallan. Es aquí también donde la religión personal encuentra su obstáculo más fatal. Muchos tienen claro el ideal, están convencidos del deber de la raza humana con referencia al ideal, excepto cómo alcanzarlo. Es el fracaso de entender la dinámica del cristianismo lo que más seriamente y más lamentablemente ha impedido su crecimiento tanto en los individuos como en la raza en general.
Desde el punto de vista de la biología, esta dificultad práctica se desvanece en un momento. La ley aquí es la misma ley biológica que existe en el mundo natural. Por siglos los hombres se han extraviado para encontrar caminos y medios para conformarse a ese tipo. Muchos motivos impresionantes han sido enmarcados, las propias circunstancias arregladas, la dirección del esfuerzo definido, y los hombres han batallado con afán, y han agonizado para conformarse a sí mismos a la imagen del Hijo de Dios. ¿Puede el protoplasma conformarse a sí mismo al tipo? ¿Puede el embrión formarse a sí mismo? ¿Es la conformidad al tipo producida por la materia o por la vida? ¿Es la organización, la causa de la vida o el efecto de ella? Es el efecto de ella. La conformidad al tipo, por lo tanto, está asegurada por el tipo. Cristo forma al cristiano.
Los hombres necesitan sólo reflexionar en los procesos automáticos del cuerpo natural para descubrir que éstas son las leyes universales de la vida. ¿Qué es lo que el hombre hace conscientemente al respirar? ¿Qué parte tiene él en la circulación de la sangre, en guardar el ritmo del corazón? ¿Qué control tenemos sobre el crecimiento? ¿Qué hombre por su pensamiento puede añadir un centímetro a su estatura? ¿Que parte voluntariamente tiene el hombre en la secreción, digestión y en la acción reflexiva? No es el hombre el que lleva a cabo todo; todo órgano del cuerpo que se le ha dado, toda función ha sido arreglado para él, el cerebro y los nervios, el pensamiento, las sensaciones, voluntad y conciencia, todo ha sido provisto para él, y aún así se vuelve a su alma y desea organizarlo. ¡Oh hombre vano!, que ni siquiera has hecho una uña de tu propio cuerpo, ¿piensas que puedes arreglar este maravilloso y misterioso espíritu tuyo para que sea a la imagen de Jesucristo? Esta es una conclusión humillante, por lo tanto, los hombres se van a resentir. Los hombres van a experimentar, por medio de obras de justicia que han hecho para ganar la vida ideal. La doctrina de la inhabilidad humana ha sido siempre rechazado por los hombres que no se conocen a sí mismos. Pero sin embargo, la vida de las aves hace aves, y la vida de Cristo hace cristianos. ¿Está el hombre entonces completamente fuera del asunto? ¿Es él simple barro en las manos del alfarero, una máquina, una herramienta, un autómata? Sí y no. Si él fuera una herramienta no sería hombre. Si él fuera hombre tendría algo que hacer.
No necesitamos buscar el balance en lo que Dios hace y lo que el hombre hace, pero vamos a aprender mucho de esta verdad si miramos una vez más a la vida natural. Encontramos que en el mantenimiento de esta vida natural, la naturaleza tiene una parte y el hombre tiene una parte. La mayoría está hecha para nosotros: el respirar, la secreción, la circulación de la sangre, la edificación del organismo. Aunque la parte del hombre es menor, no es menos esencial para la salud, y aún el ser del todo. Por ejemplo, el hombre tiene que comer pero él no tiene nada que hacer con la comida después que la ha tomado; desde el momento que pasa por sus labios es tomada en mano por una acción reflexiva, y pasado de un órgano a otro; el control del hombre en el curso natural de las cosas está completamente perdido. Pero el acto inicial fue suyo, y sin eso, que nada pudiera haber sido hecho.
Si hay una analogía exacta entre las funciones voluntarias e involuntarias en el cuerpo, y los procesos correspondientes en el espíritu, en el presente no inquirimos. Pero esto va a indicar por lo menos que el hombre tiene su propia parte que ejecutar: que escoja la vida, que él diariamente nutra su alma, y que para siempre mate de hambre la vida vieja. Que habite continuamente como una rama viva en la vid, y que la verdadera vida de la vid fluya a su espíritu, asimilando, renovando, conformando al tipo, hasta que Cristo, por Su propia ley, sea formado en él.
En este capítulo acerca de la naturaleza de la santificación, hemos estado tratando con el cristianismo en su punto más místico. Marca aquí una vez más su absoluta naturalidad. La búsqueda del tipo es en lo que toda la naturaleza está ocupado.
El cristianismo no es un error. No somos visionarios. No somos “imprácticos” como los hombres dicen cuando adoramos; el tratar de seguir a Cristo no es el ser demasiado justo. Los verdaderos hombres no están “rapsodiando” hablando con un entusiasmo falso cuando predican, ni tampoco desperdician sus vidas los que se gastan a sí mismos para extender el reino de Dios en la tierra. Para esto es la vida. El cristiano en el propósito de su vida está en acuerdo estricto con la naturaleza. Lo que los hombres llaman su sobrenatural es muy natural. Marca bien el esplendor de esta vida de salvación: no es meramente seguridad final, ser perdonados del pecado, evadir la maldición, ni es una idea indefinida de ir al cielo; es ser conformado a la imagen del Hijo. La vida cristiana es la única vida que va a ser completa. Fuera de Cristo la vida del hombre es un pilar roto, la raza del hombre es una pirámide no acabada.

DIOS BENDIGA A SU PUEBLO!

Comentarios

Entradas populares