EL NOMBRE DE JESUS

SERIE 3: LA PERSONA DE JESUS
EL  NOMBRE DE JESUS
LECCION # 8



En este capítulo, veremos la herencia que Dios nos ha dejado. Yo supongo que ha habido tanta controversia sobre esto, como cualquier cosa. Tenemos a los Pentecosteses Unidos, que toman el ser bautizados en el nombre de Jesús y hacen de ello un evangelio en sí mismo; ellos pierden la visión de Jesús porque tratan más con el agua y con los modos del bautismo.
Sabemos que Jesús es el nombre humano del Cristo de Dios: “…y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 21). Al darnos Su nombre, Jesús nos ha dado el poder de un abogado, o el derecho legal para usar Su nombre; Eso es lo primero que quiero que captes en tu mente. ¿Cuál es el valor del poder de un abogado o carta poder? Bueno, el valor depende de cuánto haya detrás de ese nombre, cuánto poder, cuánta autoridad representa este nombre. En la Biblia, el nombre siempre denota el carácter, entonces cuando hablas acerca del nombre de Jacob, estás hablando acerca de un hombre que fue un suplantador, un hombre que siempre estaba haciendo tratos. Pero cuando el oró hasta prevalecer en Peniel, Dios cambió su nombre a Israel. Eso denotó su carácter; ahora eso significaba que él es un hombre que ha prevalecido con Dios.
En Salmos 9: 10 dice, “En ti confiarán los que conocen tu nombre…”, y simplemente significa que los que conocen el carácter de Dios, saben que pueden confiar en Dios. El nombre significa carácter, así que cuando nosotros operamos en ese Nombre, significa que estamos ahí en Su lugar. Cuando estamos ahí como una nueva criatura, espiritualmente estamos en Su lugar, y el uso de ese Nombre simplemente significa que es como si Cristo estuviera ahí. Como la Iglesia, tú y yo debemos saber cuánto poder y autoridad tuvo Jesús. La medida de Su habilidad es la medida del valor de su Nombre, y todo lo que está invertido en ese Nombre nos pertenece. Te estoy mostrando ahora lo que Dios realmente nos ha dejado como herencia. Jesús nos dio el uso incondicional de ese Nombre.
Yo tengo muy poco dinero, pero si yo te llevo a mi banco y ahí te hago firmar una tarjeta con tu nombre, dándote el derecho y el poder, para escribir cheques, entonces tú tienes acceso a todo lo que yo tengo. Lo que sea que yo tenga en ese banco, ya sea mucho o poco, todo ello ahora está en tu poder para retirarlo. Eso es lo que Jesús hizo: nos dio el uso incondicional de ese Nombre, y todo lo que está en ese Nombre nos pertenece a nosotros los que le pertenecemos a El.
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido” (Juan 16: 24). Jesús no sólo nos da el uso de su Nombre, sino que también declara que la oración hecha en su Nombre recibirá su atención especial. ¡Qué privilegio! ¿Por qué? Esto pone a la oración en una base puramente legal, pues nos ha dado el derecho legal de usar Su Nombre. Estamos hablando ahora sólo de la nueva creación; nadie más tiene este derecho excepto los que están en esta familia por virtud de haber nacido de nuevo.
A medida que tomamos nuestros privilegios y derechos en el nuevo pacto y oramos en el nombre de Jesús, todo pasa de nuestras manos a las manos de Jesús, y El asume la responsabilidad de esa oración; y sabemos que El dijo, “Padre, gracias te doy porque me oyes, y yo sé que tú siempre me oyes” (Parafraseando). Cuando yo oro en ese Nombre, el significado de esto no es que yo diga, “en el nombre de Jesús”, sino mas bien que estoy llevando ese Nombre. Cuando Pedro levantó a Dorcas de los muertos, el no le dijo, “mujer, en el Nombre de Jesús levántate”; él dijo, “mujer, te digo: levántate”, porque él reconoció que él estaba ahí en el Nombre de Jesús. El estaba ahí, y para él eso significaba que Jesús estaba ahí. Entonces sus palabras, su oración, fue la oración de Cristo, y El dijo: “Dios, Tú siempre me oyes cuando oro”.
El bautismo en Su Nombre simplemente significa que yo estoy ahí en su lugar. El me dice que si voy a oficiar un bautismo, debo bautizarlos en Su lugar, en su Nombre. El no cambia lo que antes dijo: “…bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28: 19). El mismo no lo cambió, y no permitió a los Apóstoles cambiarlo. Ellos no querían cambiarlo, pues ellos sabían lo que El quería decir acerca del bautismo, que cuando ellos entraban al agua, entonces era Cristo quien entraba al agua, y ellos los bautizaban en Su nombre. Era como si El estuviera ahí poniéndolos en el agua. En otras palabras, sabemos que el Padre siempre oye a Jesús, y cuando nosotros oramos en Su nombre, es como si Jesús estuviera haciendo la oración; El toma nuestro lugar. ¡Qué gran herencia nos ha sido dada con este nombre de Jesús! Cuando nosotros oramos, tomamos el lugar de Jesús para llevar a cabo Su voluntad, y El toma nuestro lugar delante del Padre. Nosotros lo representamos aquí en el lugar de Su rechazo, y El nos representa en el lugar de Su aceptación.
Las Escrituras establecen muy claramente que este nombre no sólo debe ser incluído en nuestra vida de oración, sino que también nos fue dado para luchar contra las fuerzas espirituales de las tinieblas. “Y éstas señales seguirán a los que creen: En mi nombre, echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán” (Marcos 16: 17-18). Aquí revela su parte en la gran comisión; en ese gran documento El dice, “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Esa es la palabra de Cristo en Mateo 28: 18, y con eso El establece el hecho de Su poder. El dice, “yo los envío a hacer discípulos a todas las naciones, y he aquí yo estoy con ustedes siempre (Parafraseando); El está con nosotros en el poder y la autoridad de Su nombre, y Su nombre denota Su carácter y Su autoridad.
¿Qué significa ese Nombre para el Padre, para la Iglesia y para Satanás? Para el Padre seguramente significa más de lo que nuestros corazones y mentes podrán entender, pero podemos dar a entender un poco de las riquezas que el Padre ha puesto en ese Nombre. En primer lugar, como Hijo primogénito El heredó un más excelente nombre que cualquier otro, que cualquiera de los ángeles. En segundo lugar, a El le es dado un Nombre sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús todo rodilla se doble en tres mundos: en el cielo, en la tierra, y en el infierno. En tercer lugar, a causa de Su triunfo sobre el pecado, Satanás, la enfermedad, la muerte, el infierno y la tumba , El adquirió un Nombre que es sobre todo nombre. Cuando Jesús nos dio el derecho de usar ese Nombre, el Padre sabía todo lo que ese Nombre implicaría cuando es mencionado en oración por la nueva creación, y El se goza al reconocer ese Nombre.
En Isaías 58: 6-7 vemos el ayuno que Dios escogió para crucificar la carne para que surja la nueva criatura. De ese nuevo ser estamos hablando; este es aquel que hace la oración en el nombre de Jesús y Dios lo oye. Y se dice de esta nueva creación, que cuando a través del ayuno hemos roto ese capullo carnal, ese recipiente de barro, y esa nueva criatura es soltada, dice en los versículos 8 y 9 que “Entonces nacerá tu luz como el alba (esa es la luz de Dios), y tu salvación se dejará ver pronto (esa es la iglesia siendo hecha a la imagen de Dios); e irá tu justicia delante de tí, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás y dirá él: Heme aquí”.
No puedes ser más rico que esto, pero cuando la nueva criatura hace la oración en el Nombre de Jesús, si es que está ahí como una nueva criatura en el Espíritu de Dios, no tiene que pronunciar el Nombre, lo pronunciamos sí, pero no importa si lo menciona o no; el está ahí en ese Nombre, esto es, en el carácter y el poder de Cristo. Dios siempre lo oye, y voy a decirte algo más, el diablo lo oye. Cuando Jesús le dijo al diablo que se vaya, él se fue; en Su nombre echamos fuera demonios, en su Nombre sanamos a los enfermos, en su Nombre somos más que vencedores, en Cristo. Este es el nombre de Jesús.
Dios ha hecho esta inversión para beneficio de la Iglesia;. el ha puesto este depósito del cual la Iglesia tiene el derecho de sacar lo que necesite. Dios le ha dado a Jesús el nombre que lleva en sí mismo la plenitud de la Deidad, las riquezas de las eternidades, y el amor del corazón del Padre, y ese Nombre nos ha sido dado. Y si andamos en el Espíritu y usamos ese Nombre, ningún arma forjada contra nosotros prosperará y ningún demonio podrá contra nosotros, pues tenemos el derecho de usar ese Nombre en contra de nuestros enemigos. Tambien tenemos el derecho de usar ese Nombre en nuestras peticiones; cuando yo vengo a ese altar, en primer lugar reconozco esta verdad, de que no tengo derecho de estar ahí fuera de la sangre de Jesús. Pero por otro lado, por causa de esa sangre y por causa de mi unión con Cristo, yo estoy invitado ahí. En Hebreos 4: 16 dice, “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia…”. Yo reconozco eso, pero también sé que estoy ahí a causa de la Sangre, en el nombre de Jesús. En otras palabras, yo sé que al hacer mi petición delante de Dios, si yo estoy ahí propiamente en el nombre de Jesús, entonces es como si Dios estuviera oyendo a su propio Hijo, al Señor Jesucristo haciendo la petición. Cuando tengo que echar fuera al demonio, si yo estoy ahí en el nombre de Jesús, si yo sé que estoy correctamente establecido en ese Nombre, cubierto y lavado con esa Sangre, entonces yo voy a hablar al demonio y ya no seré yo hablando al demonio, sino Cristo hablándole.
Al leer la Biblia, sabemos que nunca hubo un demonio que no obedeciera a Su voz, pero nosotros debemos vivir continuamente esa vida quebrantada en ayuno para poder continuar porque si no tenemos cuidado, aprendemos a hacer estas cosas, y no hay poder en la forma. El poder fracasó en las manos de los Apóstoles en el noveno capítulo del evangelio de Marcos y en Mateo 17: 14-21; aquí tenemos el registro de cuando ellos trataron de echar fuera un demonio y no pudieron. Jesús les dijo que fue a causa de su incredulidad; no habían estado ayunando para mantener esa incredulidad abajo. La incredulidad es la carne, y ésta viene con esa vieja creación, pues lo que es nacido de Dios no puede pecar. Así que lo que ellos habían hecho fue aprender una forma; ellos podían decir las palabras, tenían la fórmula correcta, pero no estaban en Su nombre, no estaban en la nueva creación. Ellos habían dejado el altar, y por lo tanto, no estaban llenos y rebosando. Tenemos el derecho de usar ese Nombre para echar fuera demonios y sanar a los enfermos, tenemos el derecho usar ese Nombre en nuestra alabanza y adoración. Ese Nombre nos fue dado para movernos y para vivir en El, pero éste es sólo el principio de las maravillas y del valor de la grandeza de ese Nombre.
En Colosenses 2: 15 tenemos una visión más profunda de Su conquista sobre las fuerzas satánicas justo antes de resucitar de entre los muertos: “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. Esta es una descripción de lo que Cristo logró en Su muerte. El se encontró con las fuerzas del infierno y las destruyó totalmente: “…para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2: 14). Cuando ellos lo pusieron en la tumba, El descendió al abismo; en mis palabras, El tocó la puerta del diablo, y cuando su majestad Satanás abrió la puerta, Jesús estaba parado ahí y le dijo, “voy a tomar esas llaves”. El diablo le dijo, “¿quién eres tú?” El respondió, “No importa quién soy yo, voy a tomar esas llaves”. El diablo dijo, “yo te conozco, he estado matando gente por mucho tiempo buscándote”. Pero El tomó las llaves de la muerte, del infierno y de la tumba; El arruinó a los principados y potestades. En otras palabras, después que Jesús se despojó de las fuerzas demoniacas, de la horrible carga de la culpa, del pecado, y de la enfermedad que El llevó consigo abajo por mí, El contendió contra Satanás, lo derrotó y lo dejó paralizado y vencido. En Su resurrección El venció al diablo, El derrotó al infierno, y se para en frente de tres mundos, los cielos, la tierra y el infierno, como el vencedor indiscutible sobre el eterno destructor del hombre.
“En mi Nombre, hollarán escorpiones; en mi Nombre podrán vencer las tentaciones de la vida” (parafraseando). No es sorprendente que despues de esta victoria asombrosa, El dijo a su Iglesia: “Toda potestad me es dada, en los cielos y en la tierra”. Fue dada a El como el hombre celestial, como Jesucristo hombre; como Dios, El no necesitaba que nadie le diera nada. Como hombre, como Jesucristo hombre, la cabeza federal de una nueva raza, de la cual somos nosotros, El me dio ese Nombre para usarlo. Su Nombre está sobre todo nombre, y en Su nombre toda rodilla en los tres mundos se doblará. El poder que Cristo obtuvo en esa conquista poderosa, la victoria que El ganó sobre la muerte, su sepultura, y su resurrección es en ese Nombre. Y El nos ha dado ese Nombre. El nos ha dado el derecho de usar ese Nombre, de ir en ese Nombre. Todo lo que El fue en ese Nombre, todo lo que El es ahora en ese Nombre, ese Nombre es nuestro. Esto es sobrecogedor. Tenemos que llegar a realmente creer lo que decimos que creemos. Tenemos que reconocer que a través de este Nombre hemos de llevar a cabo la voluntad del Padre en esta dispensación.
¿Qué significa orar, echar fuera demonios y sanar a los enfermos, en el nombre de Jesús? Sabemos que la Iglesia primitiva utilizó esta autoridad. Vemos lo que el actuar y el hablar en el nombre de Jesús significó para ellos; el nombre de Jesús significó a esos primeros cristianos, obrar por Jesús, en Su lugar. Ellos no iban a los lugares para hablar acerca de El, ellos iban para hablar por El, y para actuar por El. Cuando ellos hablaban por El, la gente sabía que Dios había llegado; cuando ellos actuaban por El, los demonios salían, los enfermos eran sanados. Para la Iglesia primitiva el vivir era Cristo; la voz de ellos era Su voz, las acciones de ellos fueron Sus acciones. Orar en este Nombre era en realidad tomar el lugar de Cristo, actuar como Sus representantes. Cuando Jesús estaba en esta tierra, El siempre oraba. Ahora yo voy a tomar Su lugar en esa oración, en Su nombre, para llevar a cabo el ministerio que El empezó aquí. “Es necesario que me vaya, porque si me voy, el Consolador vendrá, y entonces, a través de El en mi nombre, llevarán a cabo este ministerio” (Parafraseando).
Cuando oramos en el nombre de Jesús, estamos tomando el lugar del Cristo ausente; estamos usando Su nombre, Su autoridad para llevar a cabo Su voluntad en esta tierra. Ese Nombre no es para que yo lo use para mi egoísmo, para mi prosperidad, para mi beneficio, si no mas bien, es para que yo lleve a cabo la voluntad de Dios. Cualquier cosa que obstruya eso, puedo derribarla en el nombre de Jesús. Tenemos que darnos cuenta del hecho de que Satanás está paralizado, despojado de su armadura por el Señor Jesús, y que las dolencias y enfermedades están sujetas a este Nombre; a Su mandato tienen que salir, y nosotros estamos autorizados a hablar en Su nombre. Tenemos que llegar a entender que todo esto está sujeto a El; todos los mundos de los cuales hablamos acerca del universo del hombre están sujetos a El, y en Su nombre están sujetos a nosotros, pero sólo mientras estemos en Su lugar, como nuevas criaturas en el Espíritu.
Los 7 hijos de Esceva lo intentaron y se fueron heridos y golpeados por los demonios que trataron de echar fuera. Los demonios no tienen miedo de tí ni de mí, pero cuando tú vienes en el nombre de Jesús, o cuando yo estoy de pie en ese Nombre y hablo a los demonios, entonces ya no soy yo, es Cristo. La Iglesia primitiva sabía esto; ellos actuaban en lugar de El. Pedro le dijo a Dorcas, “Mujer, levántate”. El sabía que no era Pedro hablando, sino que eran las palabras de Cristo, porque al actuar en Su nombre él era Su voz. Fue dicho de ellos, que iban a todo lugar predicando en Su nombre. Ellos no estaban allá, diciendo por todos lados, “en Su nombre”; no, ellos simplemente sabían que cuando ellos subían al púlpito para predicar, ya no eran ellos sino Cristo. Ellos eran Su voz, ellos decían Sus palabras, las acciones de ellos eran Sus acciones, y eso es lo que significa el nombre de Jesús.

DIOS BENDIGA A SU PUEBLO!

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