RINDIENDOSE AL PLAN DE DIOS

SERIE 5: ARREPENTIMIENTO
RINDIENDOSE AL PLAN DE DIOS
LECCION # 4



Hemos tratado con esto en el primer capítulo, arrepentimiento verdadero o falso, explicando lo que significa el arrepentimiento real, y es imperativo que lo entendamos. Hablamos de ello, tratando con la cruz, por lo que dijimos que un hombre nunca sabe lo que un arrepentimiento real es o nunca se ha arrepentido de verdad, hasta que vea al pecado como Dios lo ve, y es sólo cuando ve la cruz como es realmente, que entiende lo horrible que es el pecado.
En el libro de Romanos 12: 1, el Espíritu Santo nos dice, “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo”. A través de la Escritura, el Espíritu Santo nos dice a nosotros los cristianos que nos sometamos a Dios. Santiago dice una y otra vez que nos sometamos a Dios y resistamos al diablo, y en la sumisión y la rendición al plan de Dios, descubrimos lo que no es Dios. Y es en este área de la vida del cristiano que el arrepentimiento tiene que asirse, e igualmente en el pecador, cuando llega al conocimiento de la realidad que es un pecador y un rebelde contra Dios.
Por todo el mundo actualmente, hay un eco y doble eco de revolución. No hay un sólo país en el mundo que no esté afectado, incluyendo los Estados Unidos. Por todas partes las señales de cambio están cerca nuestro. Fuerzas revolucionarias, algunas violentas y algunas políticas, pero están por todas partes. Con toda seguridad, ésta es evidencia de la hora crítica en que estamos viviendo. Un nuevo día está en el horizonte; estamos ahora en la noche; un tiempo de sacudimiento político, social y religioso.
Dios nos ha prometido que todo lo que pueda ser sacudido, será sacudido, con un solo propósito; para que sólo aquello que no puede ser sacudido, permanezca. Por esta razón cuando vemos esto, es hora que suene una nota revolucionaria en la Iglesia. Hemos pasado el punto del avivamiento. Hemos ido más allá de la posibilidad de la restauración a través de la Reforma. El Cristianismo debe experimentar una revolución vital. He llegado a esta conclusión a través de mucha agonía de espíritu y trabajo, cuando veo la condición de las cosas que están aconteciendo.
El tiempo que queda es muy corto ya para que sigamos jugando con los asuntos superficiales. Debemos dejar nuestros juegos egoístas. Debemos cesar con nuestros intentos centrados en el hombre, queriendo que la religión nos sirva. Es imperativo que nos olvidemos de estar repitiendo dogmas y defendiendo nuestras doctrinas, y busquemos una revelación de los asuntos básicos y principios de fe. Debemos escoger deliberadamente no ser conformistas con el actual sistema del mundo, no porque tal actitud coincide con la tendencia de nuestra personalidad, sino porque estamos viviendo por principios.
Parece que los creyentes modernos se han imaginado que pueden ganar a los hombres por discutir con ellos. Esa es una farsa que simplemente indica que ellos nos han ganado. Cuando vemos a la Iglesia recurriendo a trucos y tácticas de circo en un esfuerzo por atraer gente a ellos, o a sus reuniones, esto simplemente nos muestra que la Iglesia ha perdido la guerra. Hemos perdido cuando estas cosas se han convertido en el elemento predominante, cuando la metodología ha reemplazado el mensaje real de Cristo. Cuando estamos más preocupados con el hombre, la misión y el método, que lo que estamos con el mensaje, entonces esto testifica que hemos perdido la batalla.
Los tratamientos de electro shocks son usados en casos de pacientes con problemas mentales, con el fin de destruir patrones antiguos y preparar el camino para los nuevos. La crisis moral y espiritual que nos lleva a la redención es una experiencia similar. Rompe el patrón antiguo del auto centralismo y nos eleva a un nuevo centro: Dios. Ya hemos señalado antes cómo fue que el hombre, en su rebelión contra Dios en el paraíso cuando escogió rebelarse contra Dios y tomar aquello que Dios le había ordenado que no tomara, se convirtió en su propio centro de atención.
Dios ya no fue más el centro de su existencia, sino que el hombre se convirtió en su propio centro, y el “yo” se volvió su dios. Frecuentemente son necesarias varias sacudidas para sacarnos de los falsos centros que hemos establecido, antes de que el Espíritu Santo pueda atraernos al principal centro que es Cristo.
Hasta que nos pongamos en las manos de Dios para recibir su trato, podemos estar centrados en una experiencia, un grupo, un énfasis de la verdad, una persona espiritual, nuestro trabajo o una causa religiosa. Todos estos son marginales, centros falsos. Yo sé que eso perturba cuando se comienza a predicar tal idea, y altera mucho de lo que conocemos como cristianismo, porque es allí donde está el centro. Muchas iglesias se han edificado sobre tales cosas.
Muchas iglesias tienen su origen, por ejemplo, en el asunto de la santificación. Esto ha sido toda la razón de su existencia. Su centro era la santificación. El único problema era que nunca reconocieron que la santificación no era una cosa, sino una Persona; pero aún así, todos estos asuntos se han convertido en el centro o la razón de su existencia.
Tu primera sacudida como trato de Dios puede venir en este momento, cuando yo diga, “No uses ninguna atracción para que el hombre venga a Dios para ser feliz y bendecido”. Nuestra respuesta es urgir a los hombres a que se despierten y que se ajusten al propósito para el que fueron creados. El tema principal de este capítulo, entonces, no es el hombre y su bienestar o necesidades. El tema principal propone revelar quién es Dios primeramente, para que así podamos comprender qué es lo que El desea principalmente e intenta finalmente para El y su universo.
Hasta que sepamos lo que Dios busca, nunca llegaremos ahí. Hicimos esta declaración en nuestro estudio de la Iglesia. Hasta que podamos reconocer y volver al principio básico de la Iglesia y su propósito, lo que significa cumplir con lo que Dios quiere, vamos a estar produciendo este tipo de cosas de creación humana llamada “iglesia”.
Así tambien con nosotros. Hasta que reconozcamos por qué fuimos creados y cuál es el propósito de Dios para nuestro ser, nunca cumpliremos ese propósito, porque primeramente debemos reconocer que estamos aquí, no para hacer nuestra propia voluntad y propósito, sino la voluntad y el propósito de Dios.
Pablo hizo esta oración por la Iglesia de Efeso, y por supuesto principalmente por toda la Iglesia de Dios: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (Efesios 1: 17-18). El primer propósito no es poner nuestra atención al problema del hombre, sino en poner nuestros ojos en Dios mismo. Aquí es donde el arrepentimiento empieza, cuando reconozcamos que nos hemos desviado en una pista religiosa remolques y hemos pasado por alto el verdadero propósito de nuestras vidas; tenemos que arrepentirnos. No es sólo decir que nos hemos equivocado, sino que tiene que haber un verdadero arrepentimiento que nos haga cambiar de aquello, hacia Dios. Nosotros los creyentes quizás no nos damos cuenta, pero aún nosotros, o estamos centrados en el hombre o en Dios.
La prueba está en cada decisión que hacemos en la vida. Esa fue la prueba del primer Adán. Esa fue la prueba del postrer Adán, Jesucristo mismo. Esa es la prueba que enfrentamos cada día, y cada prueba, cada tentación, es para determinar si vas a permanecer centrado en Dios, o vas a centrarte en tí mismo. No hay alternativa: o es Dios el centro de nuestro universo y nos adaptamos correctamente a El, o hemos hecho de nosotros mismos el centro. Cuando estamos en el centro equivocado, todo lo que esté en nuestro pensar estará equivocado.
A lo largo de este capítulo debemos considerar el desarrollo progresivo completo del propósito principal de Dios, y lo debemos de ver como el propósito de Dios y no del hombre. Si lo vemos desde el punto de vista de lo eterno, vamos a discernir tres fallas principales de mirar a la historia desde otros puntos de vista: Primero, debido a que usualmente comenzamos en el punto equivocado, formamos un punto de referencia falso. Segundo, debido a que tomamos el pasado como si fuera el todo, llegamos a tener una miopía fatal. Tercero, debido a que comenzamos mal, nuestros procedimientos estarán equivocados y por lo tanto nuestro progreso será deficiente.
Desde la caída, el hombre cegado ha continuado siempre en hacer de él mismo su propio centro. Escucha la teología del mundo neo-pentecostés y descubrirás que el centro y el enfoque de toda su predicación, es el hombre mismo. Aún las canciones. Los pequeños coros que cantamos en la actualidad, en la mayoría tienen que ver con el hombre. El se ha convertido en el centro, en el enfoque. Cuando escuchamos las canciones de la Iglesia, recordemos cómo eran antes; eran canciones de Dios.
Mi esposa y yo hemos sido de alguna manera coleccionistas de libros antiguos religiosos; y recuerdo haber comprado para ella un libro de canciones antiguas en una librería antigua de segunda mano. Esas canciones ni siquiera tenían títulos, pero todas se trataban de los atributos de Dios. Tú podías ver que el enfoque y el centro total del escritor era Dios mismo.
Cuando lees las canciones de Charles Wesley y Fanny Crosby, puedes ver que hay una gran teología en esas canciones. Todas apuntaban a Dios, nuestro bendito Redentor. Pero hoy, el enfoque del hombre es en él mismo. A causa de su punto de vista, los conceptos, métodos y resultados están torcidos, al punto de parecer que la Iglesia está presentando a un Dios cuyo trabajo es para el hombre y sus bendiciones y felicidad. Esto parece ser todo el pensamiento cuando tú escuchas las prédicas; “Ven a recibir las bendiciones de Dios”, te dicen; “Dios desea que tú seas rico, feliz y lleno de gloria”. Algunos van a admitir francamente, que este es el verdadero trabajo de la Iglesia. ¿Qué más es importante, aparte del hombre, para Dios?
Quizás te has preguntado por qué la Iglesia no ha madurado como Dios desea. La razón es porque está centrada en el hombre. El secreto para darnos cuenta de cuál es el propósito principal, se encuentra en la corrección del punto inicial. Debemos regresar a Dios, empezar con Dios. Estamos predestinados principalmente a ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Este es el propósito; éste es el punto inicial. En los capítulos que tratamos con Cristo y la persona de Cristo, dejamos muy bien establecido que la primera obra del Espíritu Santo es presentar el objetivo: Poner a la vista el plan de Dios.
Vemos en el tercer capítulo del libro de Mateo, cuando una voz desde el cielo dijo, “este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia”. El no presentó a un hombre. El presentó a su Hijo como el objetivo y punto inicial para nosotros. Debemos corregir ese punto inicial si queremos llegar al lugar correcto. Debemos volver a mirar a través de los ojos del Dios eterno para que veamos las cosas de la manera que El las ve. El hombre en la caída se convirtió en su propio centro, y desde ese momento hasta ahora, ése ha sido el centro del hombre caído; y al fin, cuando una. Iglesia ha perdido de vista a Dios, el hombre se convierte en el centro del enfoque de la iglesia.
En el primer capítulo del libro de Romanos, los últimos once versículos, tenemos quizás el lenguaje más gráfico de la Biblia; el hombre va de un creyente a un apóstata en once cortos versículos: “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios se hicieron necios; y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos”. Dios los entregó a la inmundicia. ¿A qué se refiere la inmundicia? Ellos sacrificaron a Dios para tener el hombre. Empezaron a glorificar al hombre, la criatura, en lugar que al Creador. Lo inmundo se refiere a sus propios caminos egoístas. Eso es lo que quiere decir siempre cuando encuentras esta palabra en la Biblia. Significa terquedad, iniquidad, egoísmo. Todo esto está involucrado en la inmundicia. Dios los entregó a su propio egocentrismo. Desde allí puedes observar la progresión descendente hasta la homosexualidad, la mente reprobada y el juicio de Dios.
El gran problema de la Iglesia en estos tiempos finales, la razón por la que nunca madura, es porque su centro es el hombre. Es como que si Dios existiera para un propósito: amar al hombre y bendecirlo. Pero debemos invertir este asunto. Yo no creé a Dios, Dios me creó a mí, y la Biblia dice que El nos creó para su deleite, no para nuestro deleite. Pero descubrimos que cuando vivimos para deleitarlo, así es como encontramos nuestro mayor deleite.
Dios nos da los deseos de nuestro corazón cuando nos deleitamos en El, cuando todo nuestro propósito en la vida está centrado en Dios, cuando en cada decisión nos preguntamos si es la voluntad del Señor, de tal manera que en todo momento y en todo lugar, tenemos algo fijo en nuestro corazón, esto es, agradar a Dios. David en el Salmos 37 dice, “Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón”. El hombre en su egocentrismo ha adulterado esto. El ha tergiversado esto, y hace de las cosas el deseo de su corazón. Eso es siempre el mismo síntoma de lo que la Biblia llama “el mundo”, ese pensamiento materialista donde el temor más grande del hombre es la pobreza y el sufrimiento. Esto es el mundo, y Dios ha dicho que es su enemigo. El hombre vuelve esos deseos del corazón en del mundo.
“Deléitate en el Señor”. Eso simplemente significa que Dios se ha convertido en el centro, y mis deseos son los deseos de Dios. Mi voluntad es la voluntad de Dios. Todo lo que yo quiero es lo que Dios quiere, y entonces Dios me da los deseos de mi corazón.
Cuando Jesús dio el modelo de oración, El dijo, “Cuando oren, háganlo así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad así como en el cielo, también en la tierra” (esta tierra). El centro de todas nuestras oraciones debe ser Dios; antes que nada dice, que venga su reino y que sea hecha la voluntad de Dios. Despues, y sólo despues podemos orar, “Danos hoy el pan de cada día”. Observa cuando Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida; lo único que necesitan es a mí” (Parafraseando).
Bueno, después que hemos reconocido este problema de la Iglesia, que el hombre se ha vuelto su propio centro, tenemos que volvernos a un genuino arrepentimiento. Y para que esto ocurra, así como con el pecador cuando él está bajo convicción, tenemos que ver el pecado como Dios lo ve. El arrepentimiento le coloca en una posición que él va a sentir lo mismo que Dios siente acerca del pecado. Entonces nosotros, la Iglesia, cuando vemos por el Espíritu Santo cómo hemos hecho del hombre el centro, tenemos que solamente reconocer qué horrible cosa es ésta: hemos imitado al diablo tratando de ocupar el lugar de Dios. Nosotros mismos, aunque no lo digamos, estamos tratando de ocupar el lugar de Dios, este hombre tan pequeño está acomodándose en el templo de Dios.
Nosotros vemos eso. La Iglesia debe llegar a esta convicción: que hemos hecho del hombre, el centro, y no a Dios. Por consiguiente, debemos arrepentirnos, hasta que podamos sentir y no sólo ver qué horrible es el pecado; luego sentiremos lo que Dios siente cuando hemos hecho de nosotros mismos el centro, tomando el lugar de Dios.

DIOS BENDIGA A SU PUEBLO!

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