LO QUE SIGNIFICA LA CRUZ PARA DIOS

SERIE 6: LA CRUZ
LO QUE SIGNIFICA LA CRUZ PARA DIOS
LECCION # 1



En todo momento vemos que la cruz tiene que ser el centro de donde parte todo. Entonces vamos a empezar ahora y en los siguientes capítulos de Teología Pastoral con el tema de la Cruz.
En 1 Corintios 15: 47-49, “El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo. Cual el terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los celestiales. Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”.
En los primeros 8 capítulos de Romanos, se presentan dos aspectos de la salvación: justificación por la Sangre, y liberación a través de la cruz. Esta diferencia es muy importante, porque muchos creyentes han vivido en derrota ya que no conocen o reconocen la unión de muerte que tienen con Cristo en la Cruz. En Romanos 1 no se menciona eso. Desde el primer capítulo de Romanos hasta Romanos 5: 20, tenemos esta salvación a través de la sangre de Cristo; no se menciona la cruz. Pero desde Romanos 5: 20 hasta Romanos capítulo 8, no se menciona la sangre, sino la cruz. Aquí se presentan ambos aspectos. Mientras que debemos ser cuidadosos en reconocer que la obra acabada de Cristo en el Calvario es una obra completa desde el punto de vista de Dios, sin embargo en el creyente individualmente está acabada sólo si considera su eficacia y permite que la verdad sea operativa en su vida.
Entonces Dios trata con la raza humana a través de dos representantes varones, Adán y Cristo. Tenemos un ejemplo en el grano de trigo, que si el grano no cae en tierra, y muere…Esto es lo que habla Pablo en Romanos 5: 12-21, cuando él explica que todos tenemos nuestro comienzo en el primer Adán. A través de él, el pecado y la muerte han venido sobre la raza humana. Por el pecado de un hombre todos hemos sido hechos pecadores. Pero a través de Cristo viene la nueva creación, en lo cual hay justicia, esto es, Su justicia. El que no conoció pecado se hizo pecado, para que aquellos que han nacido de Dios obtengan la justicia de Dios.
En Hebreos se nos da otro ejemplo de esta verdad cuando el escritor muestra cómo Leví estaba en los lomos de Abraham cuando le dio el diezmo a Melquisedec. Cuando Abraham presentó su ofrenda, toda su descendencia estaba incluída en ese acto. Dios ve dos árboles genealógicos: la genealogía de Adán y la genealogía de Cristo. Si nuestra fuente de vida va a cambiar, entonces debemos cambiar genealogías. Eso es algo muy simple, quiero decir, simple de entender. Hemos nacido del primer Adán. Pero si tenemos que cambiar, entonces tenemos que cambiar de familias. Esto es lo que pasa en el nuevo nacimiento.
Ya que hemos nacido en la familia de Adán, entonces, ¿cómo podemos salir de ella? ¿Cómo podemos desligarnos de la desgracia de nuestra herencia en el primer Adán? Hay sólo una forma: a través de la muerte.
Por la unión con Cristo (el postrer Adán) en Su muerte, Dios nos liberó del pecado que reinaba sobre Adán y su posteridad. Por nuestra identificación con Cristo en Su muerte, fuimos libres de la atadura de esa primera familia. Dios no sólo habla del primer y postrer Adán, sino también del primer y segundo Adán. Hay una gran verdad en el hecho que nunca más habrá otro Adán. Cuando el Señor Jesús fue crucificado, fue puesto en la tumba como el último Adán, El se hizo hombre y se hizo pecado. El fue crucificado y puesto en la tumba como el último Adán. Todo lo que había en el primer Adán fue reunido y eliminado en El. Entonces para Dios, Adán fue dejado en la tumba; nosotros fuimos incluídos ahí. Esta verdad debe permanecer en nuestro corazón. Nosotros estábamos incluidos. Esto es parte del simbolismo del bautizo. Sepultados con El en el bautismo. El viejo Adán entró en esa tumba de las aguas.
Fuimos levantados para andar, la Biblia dice, en la nueva vida; es la vida de una nueva creación. Pero fuimos sepultados con El en Su muerte. Por la muerte de Jesús, la vieja raza de Adán desapareció completamente. Nunca más habrá otro Adán. Al Cristo morir (“el último Adán”), llevó toda la familia a la tumba y proveyó el fin. En el segundo hombre, El levanta la nueva raza en resurrección. En resumen, somos sepultados con El en el bautismo; el simbolismo del bautismo es que el agua es la tumba. Nos identificamos con El en Su muerte; pero luego al levantarnos, nos identificamos con El en Su resurrección para andar en esta nueva vida.
“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo…Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15: 47-49). Así que por un golpe maestro, Dios ha dado la muerte al “viejo hombre” y lo terrenal, y al mismo tiempo ha dado vida por medio del segundo hombre, el Señor Jesús, quien se convierte en la fuente de vida de la nueva creación celestial. Por medio de la muerte, sepultura y resurrección, entonces, pasamos del viejo árbol familiar a un árbol familiar nuevo. Ya no estamos más en Adán, estamos ahora en Cristo.
Cuando Pablo escribió a los Corintios dijo, “Por un espíritu somos todos bautizados en Cristo”. Así como en la antigua creación cuando nacimos la primera vez de mujer, estábamos en Adán. Todos estábamos en los lomos de Adán cuando él cometió ese crimen contra Dios. Así que por el pecado de un hombre, la muerte pasó a todos nosotros. Todos fuimos hechos pecadores. Pero en esta nueva creación, en Cristo Jesús, nos convertimos en participantes de Su vida; entonces, por la justicia de un hombre, todos somos hechos justos.
En esta nueva posición Dios nos considera más allá de los reclamos de los viejos tiranos, y bajo Su nuevo gobierno. De lo que Dios considera como verdad en cuanto a nuestra posición, debemos apropiarnos como verdad en nuestra vida y en nuestro andar. Debemos creer eso. No hay otra razón ni otra base por la que somos aceptados en Dios, sólo en Cristo. En la nueva creación ahora somos justos, porque hemos recibido Su justicia; al igual que como pecadores habíamos recibido la naturaleza del primer Adán.
Así que, en la cruz Dios ha liberado a la raza de Adán de cuatro tiranos: la muerte, el pecado, la ley y la carne. Pablo habló sobre esto en la mitad del libro de Romanos. En Romanos 5 encontramos la libertad del pecado, libertad de la condena del pecado: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aún en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación”.
Entonces vemos en todo esto, libertad del castigo del pecado. En Romanos 6: 22-23 Dios nos hace libres de la tiranía del pecado, “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Luego tenemos libertad del poder del pecado, en el capítulo 7 en donde encontramos la ley. El dijo, “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive? Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido. Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte. Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra”.
Tenemos libertad de la presencia del pecado y la redención del cuerpo.”Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”.
El haber sido cambiados de Adán a Cristo es más, mucho más, que tener una nueva posición familiar. En Adán recibimos todo lo que fue de Adán como una fuente de vida. En Cristo recibimos todo lo que es de Cristo como una nueva fuente de vida. Esto se muestra de una manera muy hermosa en el Capítulo 15 del Evangelio de Juan. Jesús dijo, “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”. Pablo habla que hemos sido injertados en esa vid; este es el nuevo nacimiento. Somos injertados en la vid. Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”; el que no permanece en El, el Padre lo quitará. Pero la inferencia aquí es que nosotros somos los pámpanos en esa vid, y sabemos que la suma total de la fuente de vida de ese pámpano proviene de la vid, y lo que sea que esté en la vid, también estará en el pámpano.
El propósito de Dios es que esta nueva vida sea más que solo una experiencia: es una nueva forma de vivir y un nuevo propósito para la existencia. Es aquí donde los hombres pierden de vista la llave que abre el camino de la vida con Dios. Hay una clave importante. Muchas personas han tratado de hacer real en sus vidas la verdad de la identificación con Cristo en Su muerte y resurrección; pero sin embargo, nunca parece ser una realidad. El problema es evidente: hemos estado mucho más interesados en nosotros mismos que en El. La mayoría de los cristianos están más interesados en lo que quieren que Dios haga por ellos, que en lo que ellos puedan ser para Dios; y si pudieran, usarían a Dios y la obra de la cruz para sus propios fines.
Aquí está la raíz del problema. La cruz no es la entrada para logros egoístas, sino más bien es el fin de nuestro egoísmo. Aún entre aquellos que tienen sed de Dios, se encuentran muchos que han caído víctimas de este lazo maligno. Después de años de buscar las cosas más profundas de Dios, están aún dando vueltas alrededor de ellos mismos. ¿Sabes qué?, están tratando de conseguir todo lo que Dios tiene para ellos, tomando todas sus posesiones y apropiándose de toda su herencia en Cristo. ¿Te das cuenta?, todo el asunto gira alrededor de ellos mismos. Dios destruya esto y descubra todo intento de usar la cruz, en lugar de morir en la cruz.
El fallecido Dr. Ravenhill estaba en un servicio conmigo en una ocasión, y después del mensaje, él y yo estuvimos hablando. Yo había predicado sobre la Cruz. Después del mensaje estuvimos hablando, y él dijo, “Hermano Clendennen, me he dado cuenta en todos estos años que es una cosa sencilla hacer que la gente llegue hasta la Cruz; lo difícil es subirlos en esa Cruz donde lo que tenga que ser tratado pueda ser tratado”. Escondido detrás de la mayoría de ruegos y súplicas para que Dios nos dé la victoria, se encuentra un interés secreto por nosotros mismos y no por el Señor. ¡Esta es una gran verdad! Si tú te agarras de esta enseñanza, habrás avanzado mucho en ser el ministro que Dios quiere que seas. Es mi oración que Dios prepare tal camino y que tú puedas ver claramente esta gran verdad; que no debemos buscar lo nuestro sino lo de Dios y a Dios. Por años yo enseñé las verdades de Romanos 6 y aconsejé a personas que se sentían derrotadas, antes que yo encontrara esta clave. En Su muerte, yo debo llegar a estar vivo para Dios.
Pero mientras la principal preocupación del creyente sea obtener victorias y liberación, esto significa que de una manera sutil él continúa viviendo para él mismo. En cuatro versículos de Romanos 6, Dios enfatiza que la clave es vivir para Dios. En Romanos 6: 10, dice, “Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive”. Luego otra vez en el versículo 11, se habla de estar vivos para Dios; dice, “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”. luego el versículo 13, “…nuestros miembros a Dios como instrumentos…” dice, “…ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”.
En la práctica real, esto simplemente significa que lo primero que Dios va a hacer a través de la cruz es cambiar el viejo centro del hombre y su propósito en la vida para atraerlo a El mismo y a Su propósito supremo. La ley es que cuando le buscamos a El primero, todas las cosas serán añadidas; en el momento que uno llegue a ser vivo para Dios, entonces la puerta se abre para que Dios nos dé la victoria y total liberación.
Dos familias, dos árboles. Todos los que tienen su origen en la vida de Adán, han seguido en su camino egoísta viviendo para sus propios propósitos y planes. A través de la cruz, Dios ha puesto el hacha en la raíz del viejo árbol familiar, para que él pueda poner al hombre dentro de una nueva familia y una nueva vida para Dios. El énfasis neo-Pentecostés nos muestra que los métodos de Satanás no han cambiado desde el Edén: el aún ofrece el mismo sustituto para el árbol de vida. Hoy es una cruz moderna en lugar de la antigua. La “nueva cruz” te dice: “Ven y recibe”. Una persona egoísta sería contraria a su propia naturaleza si la rechazara; va a usar la cruz para su propio beneficio. La “cruz antigua” dice: “Ven y da”, e inmediatamente ignora por completo todo lo que el individuo pueda recibir excepto del bautismo de la muerte. La cruz antigua según Dios, es un símbolo de muerte para la vieja vida Adámica; la nueva cruz simplemente la dirige. La nueva cruz levanta a Adán para una forma de vida más limpia y salva y guarda su “yo” y su ambición.
Para los dogmáticos les dice, “ven y haz tu dogma para Dios”; para los ególatras les dice, “ven y haz tu ostentación para Dios”. La cruz antigua no va a tener relación con el mundo. Para la carne orgullosa de Adán significa el final del viaje. La cruz antigua llevó a cabo la sentencia impuesta por la ley. La nueva cruz no está opuesta a la raza humana, más bien es su amigote, y si se entiende bien, es la fuente de océanos de diversión buena y limpia y de alegría inocente. La nueva cruz deja que Adán viva sin interferencia, la motivación de su vida no es cambiada, y él aún vivir para su propio placer. La nueva cruz ofrece una vida para el “yo”; la cruz antigua señala el camino celestial de vive para Dios. El Espíritu Santo debe traer revelación.
En los planes de Dios, la Cruz y el crucificado se convierten en la puerta de entrada para la vida. Fuera de esta entrada, no puede haber ningún movimiento en el camino para que se cumpla el propósito de Dios. No debemos olvidar el pozo en el que hemos estado, ni la roca a la que hemos llegado, sino que debemos avanzar en todo sentido para la realización del propósito de Dios. Lo que previamente ha sido crisis va a convertirse ahora en un caminar hacia su semejanza. Esta es la vida verdadera, una nueva clase de vida en una esfera enteramente diferente. La muerte ha rendido su trono a la ley más alta del amor, la carne ha rendido su trono al Espíritu; eso es lo que la Cruz ha realizado para Dios. ¡Oh, que Dios haga esto real para tu vida!

DIOS BENDIGA A SU PUEBLO!

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